Parece inofensivo, pero este es el verdadero revolucionario al que hay que agradecerle su audacia: el día en que puso en marcha su revolución, nadie se dio cuenta, pero ya todo estaba perdido: cuando puso el punto final a su De revolutionibus, la Tierra había dejado de estar en el centro del Universo y revelaba humildemente su verdad: que tan solo danzaba alrededor de una estrella de tamaño mediano, ubicada en un punto de la galaxia que hoy en día sabemos que ni siquiera es tan importante. Este es el rostro del revolucionario que todos los imbéciles que usan camisetas como parte de su cerebro deberían llevar orgullosamente impresas en sus pechos, y no la de ciertos personajes más asesinos que útiles. Qué revoluciones ni qué ocho cuartos; las observaciones de Nicolás Copérnico y más nada.
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31.3.21
El verdadero revolucionario
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