2.4.21

Los ricos, al natural

cada vez que (re)leo la Historia natural de los ricos, de Richard Conniff, gozo un puyero porque el libro está a medio camino entre el chisme y la antroplogía. Repasa el modo de vida de los ricos de siempre, Ari Onassis, Jackie, etc., y describe las formas de vida de la gente muy rica, sus gustos, sus manías, y cómo tratan —al igual que los demás seres vivos del mundo animal— de llamar la atención de la manera más efectiva posible. No basta con tener mucho dinero, hay que demostrar que se tiene el poder que da el dinero. Claro, como que el dinero es metáfora de la energía. Y aunque se gastan grandes cantidades en obras de beneficencia, lo hacen porque saben que mientras más grande es el esfuerzo, más famosos y respetados serán, aunque ese esfuerzo sea un espejismo. Conniff cuenta cómo Ted Turner se hizo famoso con una enorme (aunque aparentemente ficticia) donación que representaba un trozo considerable de su propia fortuna; y cómo, al mismo tiempo, una donación parecida de Bill Gates —irrisoria en comparación con los millones que atesora— produjo todo lo contrario, rechazo, y acusaciones de tacañería. Y es que en el mismo uso de los diminutivos de sus nombres —Ari, Jackie, Ted, Bill— demuestran una cercanía que vela con morbidez todo el poder que manejan y el dominio que ejercen sobre los demás. El libro me recuerda un documental que vi una vez en el que las leonas del grupo cazan un antílope y lo ponen a disposición del macho dominante, que come hasta hartarse sin que nadie pueda siquiera acercarse a lamer un poquito de sangre. El egoísmo del macho alfa es tal que, para que nadie pueda comer mientras él duerme, coloca el hocico sobre el cadáver y reposa esperando a que le vuelva el hambre. Solo los cachorros son lo suficientemente estúpidos o inexpertos para acercarse a jugar con los restos que el macho ha dejado, arriesgándose a que despierte y los destroce de un zarpazo.
Este es un libro delicioso de leer, aunque a veces se haga un poco pesado, por lo banal, y uno tenga la sensación de que este colaborador de National Geographic y de The New York Times Magazine, nos está tomando el pelo a la vez de que salda cuentas con un grupo social que está alejado de la masa, como ha sucedido siempre desde que el mundo es mundo.

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