16.4.21

Mi hoplita

Este hoplita me acompaña desde hace más de quince años porque con él quiero siempre recordar que Sócrates fue uno de ellos; aquello que se podría considerar la clase media ateniense cumplía sus obligaciones militares como hoplita, porque era la clase que se podía pagar la lanza, la espada y el escudo (hoplón) por el cual era reconocido este ejército. Mi hoplita, del siglo V a.C., sigue metido en su envoltorio, como corresponde a todo gadget que se precie, tiene su espada guardada, carece de lanza y el casco impide conocer sus rasgos, así que si me lo encontrara por allí sin él puesto no sabría que se trata de mi hoplita.
Me acordé de él cuando vi 300, película basada en el cómic de Frank Miller, y no dejó de impresionarme (para bien y para mal) por varias razones. Una de ellas son los efectos especiales que tanto me gustan y que aquí son impecables; otra es por la no tan ingenua tergiversación de la historia, en la que Jerjes es negro y drag queen (y encima se pone a la cabeza de su ejército, al descubierto, sin protección), los persas unos bárbaros, los oráculos bailan como en videoclip, la clase sacerdotal es leprosa, y los espartanos son unos modelos de revista sensibles, valientes y civilizados, cosa que, no lo dudo, pudo haber sido así. Pero, ¿los persas presentados como unos bárbaros? Persia era una cultura envidiada por Grecia por su refinamiento y sofisticación; la Persia de Ciro el Grande era el modelo a seguir y no en balde Alejandro quiso hacerse dueño del territorio que una vez perteneció a los aqueménidas. Así que me parece otra visión etnocéntrica y racista de Hollywood cuando presenta a los persas como esos dañados y feos seres mientras que Esparta (¡la Esparta que eliminaba bárbaramente a sus hijos deformes y estaba encantada con la esclavitud!) es ese lugar donde la justicia es tan amplia que hasta las mujeres podían hablar en la asamblea de la polis. La historia hecha añicos en beneficio de la ideología. Como siempre.

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